¿A quién pertenecen los niños? ¿Le pertenecen a alguien? Por Natalia Tobar, psicóloga del Programa Familia de Acogidas Villa Huidif

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Estos niños que criamos, estos niños a los que enseñamos cómo vivir en la sociedad, son nuestro futuro; son aquellos que construirán nuestro país en 10 o 15 años más.

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¿A quién pertenecen los niños? ¿Le pertenecen a alguien? ¿A quién pertenece la infancia? ¿Será que por el mero hecho de haber nacido a partir de sus padres, es a ellos a quien pertenecen los niños? Y a partir de estas interrogantes, cabe también preguntarse respecto a los derechos y deberes que acompañan a esta pertenencia, de ser esta la condición de la infancia.

En nuestra sociedad se encuentra instalada la idea de que los niños pertenecen a sus padres, prima en esta visión, un instinto cercano a lo animal, donde caben las comparaciones con leonas, gallinas y perros, entre otros. Cada padre siente a sus hijos como propios, incluso para mí es difícil pensar en la existencia de hijos que no me pertenezcan, y es que son “MIS hijos”, como no van a tener dueño, como es que van a ser libres.

Si bien los niños, nacen de determinados padres, luego de nacer ya son un individuo; esta palabra proviene del griego, indiviso, que no se puede dividir; un ser vivo independiente de los demás, sin embargo esta definición no hace ninguna referencia a la pertenencia de este ser respecto de otro, incluso cuando estos sean sus padres, o quienes le dieron vida.

No hay nada en la literatura que afirme que un niño pertenece a sus padres o a su grupo familiar, sin embargo el código civil de nuestro país y asimismo otras legislaciones en materias de familia, establecen ciertas obligaciones, el “Art. 222. La preocupación fundamental de los padres es el interés superior del hijo, para lo cual procurarán su mayor realización espiritual y material posible, y lo guiarán en el ejercicio de los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana de modo conforme a la evolución de sus facultades.”, en resumen, son los padres los responsables de entregar a los hijos condiciones de posibilidad que los lleven a desarrollarse íntegramente.

Cuando los padres no logran otorgar estas condiciones o cuando no tienen interés en asumir esta responsabilidad, es “el estado” quien debe lograr garantizar que se satisfagan las necesidades, que se respeten los derechos que se ha otorgado a la infancia. En esta visión surgen las familias de acogida, como una forma de lograr garantizar el derecho de vivir en Familia.

En particular respecto a nuestro trabajo, los programas de Familia de Acogida atienden niños que han sido víctimas de graves vulneraciones de derechos, aquellos que han vivido siendo “mal tratados”, aquellos abandonados y abusados, y donde el Tribunal ha determinado que es necesario separarlos temporalmente de sus padres, de manera de permitir a los padres un proceso de recuperación de sus habilidades parentales, para finalmente lograr restaurar el derecho de estos niños de vivir en familia. Nuestro deber en particular consiste en encontrar personas, familias, que estén dispuestas a ayudarlos;  a abrir las puertas de su hogar y de su corazón para entregar los cuidados necesarios, el amor, la contención que estos pequeños muchas veces no han encontrado.

En la tarea propuesta nos encontramos con dificultades. La primera es que la modalidad de atención de Familia de Acogida es prácticamente desconocida. Hasta hace pocos años todos los niños en situación de vulneración grave iban a una residencia, los llamados “hogares”, modalidad de atención que si bien puede entregar cuidados y protección básicos necesarios para un niño, inevitablemente falla en ciertos aspectos, dado que no permite la generación y desarrollo de un vínculo de apego, necesario y reparador para un niño que ha sido vulnerado.

Asimismo dado la gran cantidad de niños que atiende cada profesional de una residencia, no logra atender las necesidades y particularidades de cada niño, sino que es necesario generar rutinas y dinámicas que permitan que el grupo completo de niños funcione bien, con  horarios que todos deben cumplir, comidas que todos deben comer y atenciones para todos por igual, lo que no permite atender las diferencias de cada niño; sin embargo, es la opción más utilizada y visualizada por la gente.

Por el contrario la modalidad de Familia de Acogida ha sido validada internacionalmente por organismos que trabajan con infancia, dado que permite que un guardador o grupo familiar se haga cargo y atienda las necesidades de un solo niño, potenciando la capacidad de apego y vinculación con su guardador, vinculo que en la primera infancia es reparador en casos de vulneración y determinante para el desarrollo de las habilidades y capacidades que debería tener un individuo que participe activamente en la sociedad.

Cada niño que nace se conecta y comunica con el mundo a través de quien lo cuida, es esta persona la que le enseña a distinguir sus propias sensaciones, la que media entre el mundo interno y todo el resto que rodea a un niño. Aprendemos de quienes nos cuidan qué significan las emociones que sentimos: rabia, alegría, tristeza, culpa, vergüenza; asimismo aprendemos a regular esas emociones, cómo vivirlas adecuadamente, por ejemplo cuál es la mejor manera de lidiar con el enojo, o con el miedo.

Son los adultos cercanos los que determinan, modifican y afectan la forma de percibir el mundo y posteriormente de interpretarlo, de darle un significado, en el que cada uno se ve como parte de un sistema (escolar, familiar, político, nacional, etc.) y así elige cómo participar de este; pudiendo ser un individuo que aporte y colabore con este sistema o uno que vaya en contra.

Estos niños que criamos, estos niños a los que enseñamos cómo vivir en la sociedad, son nuestro futuro, son aquellos que construirán nuestro país en 10 o 15 años más; si lo miramos en este plazo no es tanto tiempo, el mundo cambia aceleradamente, y muchas veces no vemos que al afectar la formación de nuestros pequeños, también afectamos el futuro de todos.

Ellos serán los responsables de llevar y guiar el lugar donde vivimos y es por eso que su bienestar hoy, su cuidado y protección, la enseñanza que transmitimos, es tarea de todos, todos seremos participes de los que ellos logren o no construir; la infancia es algo que nos pertenece a todos, todos debemos hacernos responsables de ella.

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