De vuelta a nuestros orígenes. Por Arturo Norambuena, consejero regional 

Con el regreso de la democracia en 1990, todos los partidos políticos que apoyaron a Patricio Aylwin decidieron sacrificar su identidad y aspiraciones partidistas en beneficio de un programa común que  representara a la gran mayoría del país, que deseaba una transición pacífica en lo político y en lo económico. Esta sublimación política duró 20 años,  no exentos de quejas de los militantes que veían un debilitamiento de sus principios y un acostumbramiento insano al ejercicio del poder. Este fenómeno lo viví muy fuertemente en la Democracia Cristiana, partido ideológico, con una fuerte raíz humanista cristiana, que no se veía representada en esta ensalada rusa que era la Concertación, pero que, el cálculo electoral, con el sistema binominal vigente, terminaba siempre por imponer.

En este último período presidencial  la situación cambió sustancialmente, curiosamente coincidente con la incorporación de otro pariente a la familia, de sabida ambigüedad en la política interna, donde  se está en los puestos públicos y paralelamente en la calle, o con una definición de democracia no compartida, provocando el apoyo o el rechazo de los hermanos de antes y terminando por desordenar un entramado durante muchos años construido. Si a ello agregamos la pronta e interesada adhesión de algunos partidos a un precandidato, al parecer con muchos votos pero vacío de contenido, aislando al socio fundador y garante en lo  político, se da el escenario perfecto para una rebelión de los militantes de la Democracia Cristiana para dar la pelea en la base ciudadana, madre de  la soberanía popular.

Es increíble, pero cuando hemos tomado la decisión más difícil y riesgosa, es cuando más contentos y optimistas estamos. Como gente de fe, creemos que esta mueve montañas . Nuestro proyecto está en marcha y con Carolina Goic las haremos temblar.

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