Psicología: ¿Por qué la OMS consideró la adicción a los videojuegos como una enfermedad mental?

Recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS), dio a conocer a través de un comunicado que la “adicción a los videojuegos” será reconocida como un trastorno de salud mental.

Si bien no todos pueden considerarse como adictos a los juegos, existen características que determinan si un niño o adulto se encuentra ante un escenario de adicción digital, un patrón que puede darse más allá de la red y llega a desencadenar un comportamiento persistente capaz de suplir otros intereses de la vida.

Frente a esta decisión, distintas organizaciones de la industria de los videojuegos  manifestaron su descontento a través de un comunicado que hace un llamado a este organismo a reflexionar sobre la medida, planteando que los videojuegos de todo tipo de género tienen un valor educativo, terapéutico y recreativo bien fundado y ampliamente reconocido.

Hábitos

Si bien los videojuegos pueden resultar adictivos para los niños y jóvenes, existe un perfil psicológico cada vez más frecuente que da razón a esta decisión como una patología mental, que bien podría darse por el uso excesivo de la tecnología o distintos factores del entorno.

El psicólogo y director de la carrera de Psicología de la Universidad Santo Tomás, Rodolfo Álvarez Jara, explica que las personas con características de dependencia tienden a sentir que este tipo de actividades los llenan completamente y que, por tanto, se hace indispensable para ellos satisfacer constantemente la necesidad de estar “en algo”. Un punto importante al cual se le debe prestar atención, pues esta conducta reemplaza imperiosamente otras actividades habituales de quien está detrás de una pantalla.  

“Cuando existe la necesidad de depender de algo como característica de personalidad y gratificación inmediata estamos frente a un patrón de adicción. En el caso de los videojuegos el comportamiento estaría marcado por la aflicción y aislamiento significativo, no solo con la familia y amigos sino con las actividades educativas y sociales”, afirma el académico.   

Adicción a los videojuegos 

Algunos de los síntomas asociados a esta nueva patología son el aislamiento social, deseo continuo de seguir jugando el tiempo que sea necesario y no tener el control de la actitud durante el juego. Desde estos antecedentes, el organismo decidió incluir en su próxima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11), el trastorno de los videojuegos como una enfermedad mental para identificar y tratar sus síntomas.  

“Los videojuegos pueden considerarse adictivos pero creo que no dentro de un diagnóstico médico, si encasillamos todo lo que genera dopamina o lo que satisface al cerebro podemos jugar más de una vez la misma partida. Desde esta conducta se va generando empatía con los juegos que son multiplayer, pues son muchos más famosos por el encuentro virtual y la competencia que generan”, comenta Robinson Millaguín, docente de Marketing digital para videojuegos del Instituto Profesional Santo Tomás.   

En este contexto, el académico precisa que este fenómeno no se da solo con los juegos sino con las redes sociales y todo aquello que genere una respuesta social positiva que está derivado en lo tecnológico.  Frente a esta realidad queda en evidencia que la simple actividad de diversión puede convertirse en un problema serio de adicción, que si no se trata desde pequeños con control parental puede generar también irritabilidad y ansiedad, desorden que según aclaró la OMS, podría manifestarse hasta por un año y afectar a una pequeña parte de la población.  

Control sobre el juego 

Aunque el debate sobre el uso adecuado de los videojuegos se mantiene activo desde hace mucho tiempo, la solución actual está en aplicar un enfoque responsable y reflexivo sobre la restricción de contenido y el tiempo que pasan los niños y jóvenes frente a una pantalla. Incluso las guías para padres recomiendan tener un interés genuino de parte de los adultos para tratar de comprender la fascinación por los juegos.  “En Chile debemos ponerle el ojo a la restricción de contenidos y el tiempo que se invierte a la hora de jugar, esto va en el control que establezca el mismo núcleo familiar.

Lo más sano es jugar entre 2 y 3 horas en su tiempo libre e incorporar también actividades físicas, mantener una alimentación saludable y mantener las relaciones sociales”, asegura el académico.  Si bien los videojuegos se han convertido en el medio de entretenimiento favorito de los niños, la ausencia total de límites puede traer consecuencias importantes para los pequeños.

Conscientes de ello, el experto precisa que solo los padres pueden evaluar, acompañar y supervisar el comportamiento digital de sus hijos, de acuerdo al desarrollo y ritmo de aprendizaje que tenga cada uno. “La atención, la memoria, el control cognitivo y social del niño o adolescente es el resultado de aquellos acuerdos positivos que se establezcan en el hogar”, finaliza.

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