Un trabajo científico publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature Climate Change, en el que participaron dos investigadores chilenos del Centro IDEAL, ha encontrado pruebas de que el continente blanco no está tan aislado como se había pensado.
Cuando el Dr. Erasmo Macaya, investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) y académico de la Universidad de Concepción, se topó con un cochayuyo en una playa de la Península de Fildes, Isla Rey Jorge, Antártica, supo que había encontrado algo significativo.
Una nueva investigación publicada recientemente en la prestigiosa revista internacional Nature Climate Change por un equipo internacional multidisciplinario de científicos –entre ellos, dos chilenos–revela cuán importante fue ese hallazgo. Los investigadores descubrieron que esa alga se había desplazado aproximadamente 20 mil kilómetros para llegar a esa orilla, por lo que representa el evento biológico de “rafting” o viaje a la deriva por la superficie del mar, más extenso hasta ahora registrado.
Para llegar allí, estas algas marinas tuvieron que atravesar barreras creadas por vientos polares y corrientes que, hasta ahora, se consideraban impenetrables. Esto, significaría que la Antártica no está tan aislada del resto del mundo como los científicos han pensado, lo que tendría importantes implicancias respecto de la forma en que los ecosistemas antárticos cambiarán con el calentamiento global.
“Cuando vi el cochayuyo varado, supe que era importante. Pese a que su nombre científico es Durvillaea antarctica, esta especie no crece en la Antártica, pero sabemos que pueden flotar y convertirse en un medio de transporte para muchas otras plantas y animales a través de los océanos”, aseguró el Dr. Macaya, quien encontró el ejemplar en las cercanías de la Base Escudero del Instituto Antártico Chileno (INACH).
“Este hallazgo muestra que plantas y animales vivos pueden llegar a la Antártida a través del océano, especies marinas de zonas templadas y sub-antárticas que probablemente ´bombardean’ las costas antárticas todo el tiempo”, dijo la autora principal del estudio, la Dra. Crid Fraser de la Universidad Nacional de Australia (ANU).
“Siempre pensamos que las plantas y animales antárticos eran distintos porque estaban aislados, pero esta investigación sugiere que estas diferencias se deben casi por completo a extremos ambientales, no al aislamiento”, agregó.
Las muestras de ADN tomadas de los cochayuyos encontrados en Antárctica revelaron que un espécimen se desplazó desde las islas Kerguelen, ubicadas en el Océano Índico, y desde islas Georgias del Sur en el Océano Atlántico. Esto significa que las rutas que tomaron para llegar al continente blanco debieron tener decenas de miles de kilómetros.
Usando técnicas de modelado de vanguardia, el equipo comenzó a ver cómo las grandes olas que surgen durante las tormentas podrían ayudar a las algas a llegar a la Antártica.
“Una vez que incorporamos el movimiento de la superficie impulsado por las olas, que es especialmente pronunciado durante las tormentas, de repente algunas de estas “balsas biológicas” fueron capaces de llegar a la costa antártica”, aseguró la Dra. Adele Morrison, quien dirigió los análisis oceanográficos.
Esto tiene importantes implicancias para los estudios científicos utilizados para rastrear plásticos, restos de aviones y otros materiales flotantes en nuestros mares.
Cambio global
En Chile, el cochayuyo se distribuye desde la región de Coquimbo hasta la región de Magallanes y se extrae principalmente para consumo humano. También es posible hallarlo en Nueva Zelanda, donde los maoríes lo utilizaban con el objetivo de armar bolsas llamadas “Poha” para transportar alimentos, Argentina y algunas islas sub-antárticas. Crece hasta 15 metros y posee flotabilidad, debido a que los tejidos internos están llenos de aire.
Se han estimado, por ejemplo, cerca de 70 millones de ‘parches flotantes’ de cochayuyo alrededor de la Corriente Circumpolar Antárctica.
“En un contexto de cambio global, el aumento de la temperatura y la intensificación de tormentas podrían favorecer el establecimiento de especies nuevas en la Antártica —incluyendo el cochayuyo—. Tras este estudio, la siguiente pregunta que deberemos responder es cómo las comunidades locales recibirán a estos nuevos organismos”, concluyó el Dr. Nelson Valdivia, investigador del Centro IDEAL y académico de la Universidad Austral de Chile.
Fotografías: Erasmo Macaya
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