Inclusión de la mujer migrante en Chile

Por Doris Molina Arco, Licenciada en Filosofía y Asistente Administrativo de Santo Tomás, sede Concepción.

Según datos proporcionados por la Policía Civil y el Departamento de Extranjería, desde el año 2018 residen en Chile 288.233 venezolanos, convirtiéndose así en la primera comunidad extranjera dentro del país, desplazando notablemente a la comunidad haitiana, peruana, colombiana, entre otras.

Este flujo migratorio en un país, que no estaba acostumbrado a emigrar, se evidencia rápidamente por el gran porcentaje de profesionales que emigran, generándose una fuga masiva de celebros nunca antes vista en Venezuela.

Miles de venezolanos emprenden un viaje a esta “tierra prometida”, con la esperanza de forjarse una vida segura y plena en un nuevo país. Algunos saliendo del país con documentos debidamente apostillados o legalizados y con una cantidad de ahorro que les permite asegurar su derecho a comenzar una nueva etapa. Otros, en cambio, emprenden un viaje no planificado impulsado por el desespero de cubrir las necesidades básicas y propensos a vivir en condiciones mucho más vulnerables ante la explotación laboral.

Sin embargo, para los migrantes venezolanos mientras su proceso de regularización dentro del país se materializa, optan por trabajos que muchos chilenos no desean, tales como: asesora del hogar, cuidados del adulto mayor, cuidado del campo, esteticista de belleza, entre otros.

Para los chilenos muchos de los trabajadores migrantes son mano de obra barata, visualizándolos como aquellos que les van a quitar su trabajo, esto se debe a la influencia del migrante que trae consigo el aumento de competencia en el mercado laboral.

En este contexto la migración plantea sus desafíos y ventajas, no solo en lo laboral, sino que trae consigo identidades culturales, religiosas y lingüísticas diferentes. Esto significa que Chile se está enriqueciendo de todas las culturas que trae el migrante, así como de su lenguaje y modismo. Por esta razón en la actualidad son pocas las instituciones que abren sus puertas a los migrantes, especialmente a las mujeres, no solo como estudiantes sino en el campo laboral, reconociendo lo bueno del intercambio cultural y el aporte profesional que se genera.

Pero ser mujer en estos tiempos sigue siendo difícil, esta condición coloca muchas veces a la mujer en un estado de vulnerabilidad; por lo que son contadas las empresas y organizaciones en la región que se sensibilizan y valoran su aporte como algo esencial al desarrollo económico, social y cultural de la institución y general del país.

Lo que se convierte en un desafío país el tema de los migrantes, pues se enfrentan a escenarios basados en la discriminación, el abuso y la explotación en el ámbito laboral. A todo esto, se hace un llamado a la institucionalidad pública y privada del Estado, a las organizaciones no gubernamentales, a las fuerzas vivas de los escenarios sociales, en sí a todo el pueblo chileno que tiene raíces comunes en el quehacer latinoamericano; a sumarse a una cruzada de lucha por la inclusión social de todos aquellos migrantes, que de una forma ordenada y legal ingresen a territorio chileno para permitir con su trabajo diario un Chile más próspero para las futuras generaciones.

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