Reducción de la jornada de trabajo. Por Rodrigo Ruiz, director Escuela de Derecho UST Concepción

Durante los últimos meses, la prensa nacional ha estado pendiente del proyecto de reducción a 40 horas de la jornada de trabajo. Dicha iniciativa pareciera estar enfocada exclusivamente en una mayor calidad de vida del trabajador, lo cual es beneficioso, por supuesto, pero no debemos obviar los impactos negativos que su aplicación podría tener en el ecosistema productivo. Estos posibles impactos negativos para algunas empresas – sobretodo Pymes – serían, por ejemplo, de carácter salarial, estabilidad laboral o bajas en la producción, entre otros.

Las empresas, a través de la aplicación de un modelo de negocios que logre satisfacer necesidades humanas, efectivamente entregan trabajo, lo que implica el pago de salarios, impuestos, estabilidad laboral e innovación, factores centrales para el desarrollo de una sociedad.

Por eso, impactar negativamente la capacidad de las empresas, es impactar en las posibilidades de desarrollo del país y en particular de las condiciones de vida de sus habitantes. Actualmente, la productividad laboral en Chile es la segunda mayor de América Latina, después de Uruguay; sin embargo, estamos lejos de países desarrollados.

Por ejemplo, nuestra productividad laboral alcanza sólo un 44% de la de EEUU. En ese sentido, el diagnóstico es claro ya hace algunos años, el problema radica en la eficiencia operacional por la baja adopción de prácticas avanzadas de gestión.

Entonces, cabe preguntarse ¿No es tiempo de pensar no solo en la reducción de jornada de trabajo, sino que también en refuerzos positivos sobre conductas deseables y resultados medibles? ¿Podrían efectuase incentivos no monetarios y reconocimientos de diversos tipos, con análisis de resultados y comunicación?

Estas, solo son algunas de las prácticas que se podrían adoptar en las empresas para que la satisfacción y calidad de vida de los trabajadores incida efectivamente en la productividad laboral.

A partir de esto, creo que al proyecto le hace falta una mirada integral de sus efectos en todas las dimensiones del entorno productivo del país, que radique en medidas paliativas sobre los efectos negativos que puedan producir, como son el aumento de costo laboral, junto a una aplicación gradual que permita a las empresas adaptarse al cambio. En cualquier caso, la productividad laboral ha sido tanto un argumento como una preocupación en la discusión.

Es de esperar que estas recomendaciones de prácticas avanzadas sean adquiridas progresivamente por las empresas chilenas, para poder acortar la brecha que hoy tenemos con economías más desarrolladas y de esta manera abordar el problema de una manera integral y no solo restringido al beneficio de trabajar menos horas que parece obedecer a populismo político, que tanto daño le hace al país.

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