Viaje a Punucapa: vive la conexión con la naturaleza a través de los mágicos ríos de Valdivia

Es un hecho: si quieres conocer la esencia misma de esta ciudad, debes  navegarla. “Si Valdivia no tuviese estos ríos, sería un pueblo más”, puntualiza el empresario César Marín, propietario y capitán de la nave “Discovery”, integrante de Latitud 40, quien nos embarca en una interesante atracción turística que destaca  por su belleza y patrimonio: Punucapa y Parque Oncol.

El sol pega fuerte, es un febrero caluroso ─como asombrosamente ha sido habitual en los últimos años ─ y el ambiente está ajetreado a un costado del puente Pedro de Valdivia y el Mercado Fluvial. Suena música electrónica desde una carpa ubicada entre las casetas turísticas y los extranjeros miran pasmados a  los lobos marinos que se lucen en la costanera.

“¡Los invitamos a navegar!”, dice un hombre con una cámara fotográfica en su cuello a todos quienes miran curiosos la nave “Discovery” y se acercan para preguntarle por esta ruta de navegación desde Valdivia a Punucapa y Parque Oncol.

La embarcación Discovery, perteneciente a embarcaciones Bahía, integra Latitud 40, promotora de productos y servicios turísticos de Valdivia, empresa que desde el año 2012 agrupa a los armadores fluviales de Valdivia, chocolatería Entrelagos y Cerveza Selva Fría.

Arriba del barco, unos cien tripulantes se acomodan mientras esperan impacientes el espectáculo natural que tendrán la suerte de conocer. Navegaremos tres de los diecisiete ríos que abrazan a la Perla del Sur: el Valdivia, Cau- Cau y Cruces.

Hace veinte años que el capitán, César Marín, pilotea embarcaciones. Llega el momento de echar a andar el motor y zarpar a un viaje lleno de magia y buena onda. Tomamos velocidad y comenzamos a sentir rápidamente  la tranquilidad del río y la frescura de un aire exquisito que se mezcla con una impresionante naturaleza siempreverde.

Pronto logramos observar el ya famoso Puente Cau – Cau, cuyo único mérito, creíamos,  era  su trágico error de construcción, pero que durante esta temporada ha atraído una cantidad importante de visitantes a la ciudad. “Aunque sea vergonzoso para nosotros los valdivianos, no hay que verlo desde esa manera. Nos ha servido como publicidad”, reconoce el capitán.

Luego de una hora de navegación en la que el guía nos ha contado datos curiosos de estos bellos lugares, nos dirigimos a nuestra primera parada: la casa Manns, situada a las faldas del Parque Oncol –Reserva Nacional propiedad de Arauco situada a 715 metros sobre el nivel mar─.

Es hora de explorar y remontarnos al siglo XIX. Lo que tenemos frente a nosotros es una imponente casa–museo de una particular familia encabezada por el pastor de iglesia y amante de la botánica, Karls Manns, uno de los primeros alemanes que emigraron a Chile a probar suerte.

Sin embargo, su herencia tuvo un destino funesto. Tras construir una casona de madera de roble y tejuelas de alerce, símbolo de la destacada arquitectura alemana, un incendio la destruyó por completo. Años más tarde y, esta vez, a manos de Parque Oncol, vuelve a ser reconstruida a base de hormigón y madera. Pero solo dos meses más tarde de ser inaugurada, el fuego la vuelve a consumir.

Actualmente solo queda su fachada y en su interior encontramos cuadros que nos cuentan la historia de la familia y lo que fue la  llegada de los primeros inmigrantes alemanes. Hoy el único descendiente que queda de esta importante familia amante de la naturaleza que se asentó en Valdivia, es el cantautor y escritor Patricio Manns.

En este hermoso parque  encontramos, además, lo que fue una lechería rodeada de  un bosque nativo lleno de vida que se mantiene en estado de conservación.

Tras unos minutos de recorrido, nos sentamos a degustar una clásica once alemana en un galpón de madera con grandes ventanales que nos permiten deleitarnos con este amable entorno.

Retornamos al “Discovery”. Esta vez  árboles totora, sauces, pinos y tepa, todos de distintos colores se mezclan en el paisaje con bellos y únicos cisnes blancos de cuello negro en el denominado Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter, originado tras el terremoto de 1960. 

“A las personas les llama la atención la naturaleza, el avistamiento de aves  ─cisnes, garzas, taguas, gualas, patos─, mamíferos como el coipo. Muchos se interesan por el cambio geográfico que se generó producto del terremoto; escuchan que fue el terremoto más grande, que el terreno se hundió, pero no creen que sea verdad hasta que lo ven”, cuenta César Marín sobre la depresión de  5 mil hectáreas de terreno que generó  este humedal que años más tarde fue reconocido por la Convención sobre los Humedales de Importancia Internacional, Ramsar.

Templo de la naturaleza

El capitán ahora nos lleva a un nuevo destino.  Un  pequeño pueblo con una riqueza histórica  inversamente proporcional: Punucapa. De origen prehispánico alberga a  500 habitantes, quienes se encargan de conservar su tesoro más importante;  su prístina iglesia,  símbolo patrimonial  de esta localidad  ubicada en la ribera del río Cruces.

Su nombre proviene del mapudungun Kunukapi. “Kunu”; tierra negra, fértil y “kapi”; vaina de legumbre, lo que significa “Tierra apta para el cultivo de legumbres”.

A la llegada, nos esperan en un remodelado  muelle,  carretas de caballos y bueyes para recorrer por solo mil pesos  la única  y larga calle del pueblo. Paseo ideal para los niños y tercera edad.

En el camino hacia la iglesia de Punucapa, los habitantes mantienen  una reconocida feria costumbrista que  ofrece gastronomía típica como conservas, repostería, hasta deliciosas truchas al plato cultivadas gracias a los esteros del sector.

Con todo esto, ya nos empieza a dar sed. Pero no es un inconveniente, pues los visitantes pueden degustar cervezas artesanales de Punucapa, como la reconocida “Selva fría”, además de los brebajes típicos elaborados por la gente del lugar: chicha, sidra y vinagre de manzana, fruto popular, ya que son pocas las casas que no tienen un manzano en su patio.

Una vez en la iglesia que data del siglo  XIX, los turistas se reúnen bajo un centenario ciprés donde el guía cuenta sobre  su construcción de mano de los jesuitas  y  como es tradición, invita ─ previo permiso  al antiquísimo árbol─, a abrazarlo y recuperar energías.

Debemos retornar a la motonave. El recorrido no ha desilusionado a nadie. Todos hemos experimentado la tranquilidad y paz que solo nos puede entregar la conexión con la naturaleza. Ha sido una aventura soñada y que hemos tenido el gusto de conocer.

Capital Americana de la Cultura

La carta de presentación de Valdivia, son las navegaciones. “Si Valdivia no tuviera estos ríos, sería un pueblo más” reconoce César Marín. Por eso hace un llamado a nacionales y extranjeros  a navegar por los más de 280 km de ruta fluvial a través de las distintas embarcaciones con capacidad  de hasta 200 pasajeros  y con una infinidad de servicios a bordo: paseos con almuerzo – onces, despedida de solteros, casamientos, cumpleaños, entre otros.

“Es muy importante que esta ciudad haya sido elegida Capital Cultural. Nosotros estamos trabajando para que todos  vengan a navegar a los diferentes ríos que tenemos. Hay una flota bastante grande de embarcaciones de turismo que los van a llevar a conocer todos estos hermosos parajes”, finaliza  el capitán del “Discovery”.

Fotografías: Patricio Higueras

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